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SUPERAR EL DESENCANTO

SUPERAR EL DESENCANTO

Repensar los rasgos característicos de la carrera de Comunicación Social usando la metáfora propuesta por Tony Becher se convirtió en el punto de partida de una reflexionar más profunda en relación al campo académico y profesional de la Comunicación Social. Esta reflexión implicó una revisión de mi paso por la facultad  de Ciencias Políticas, implicó examinar mi  propio proceso de aprendizaje.

Desde el ingreso a la carrera y durante los años de cursado obtuve una formación teórico-crítica sólida, cuyos objetivos eran: “Formar a nivel universitario profesionales especializados en las Ciencias de la Comunicación Social en general y en sus roles específicos en particular, capaces de interpretar la realidad en relación con el contexto latinoamericano y mundial, a fin de prestar un servicio efectivo acorde a las necesidades del medio. Otorgar una formación académico-científica para la comprensión global de la realidad socio-cultural, para la elaboración y planificación científica de proyectos integrados de comunicación social, para la interpretación y análisis de la incidencia de la problemática socio-cultural sobre los medios de comunicación y la acción de estos en la sociedad contemporánea, para la producción de nuevos servicios y/o medios de comunicación. Capacitar al comunicador social para seleccionar, procesar, interpretar, ejecutar, evaluar y producir mensajes, para elaborar, planificar y ejecutar proyectos de comunicación utilizando las posibilidades de las nuevas tecnologías, para realizar proyectos de investigación científica y técnica"[1].

Me pareció interesante volver a releer esos objetivos, para este análisis, porque ahora como egresada puedo hacer una evaluación de mi formación y de mi perfil como comunicadora social, puedo evaluar si logré apropiarme de esas competencias antes mencionadas. En mi autoevaluación consideré que existen carencias en mi formación técnica, mi saber- hacer es limitado, por ejemplo a la hora de planificar proyectos comunicacionales mis herramientas de gestión son escasas, el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación es reducido. Entonces se generó una controversia interna entre lo profesional y lo incorporado en el ámbito académico.  Esta especie de desencanto se hizo explicito, en un primer momento, en las conclusiones que elaboramos con el grupo, cuando debatimos sobre nuestro territorio académico y en particular sobre los modos de hacer carrera. En ese momento consensuamos que el comunicador social puede desempeñarse como profesional en los medios masivos de comunicación, en las organizaciones, en los medios alternativos de comunicación y veíamos a la docencia como un nuevo campo de acción. Y si bien el espectro laboral es amplio, la desocupación, la precariedad están presentes al igual que la falta de reconocimiento a nuestra especificidad. No somos “todólogos”. A demás se concluyó que era necesario la construcción de una organización que nucleara a los comunicadores para encontrar soluciones en forma colectiva. Otro tema importante que se tocó fue la lógica empresarial que manejan los medios de comunicación hegemónicos y algunas organizaciones, lógica que genera casos de cesura y que determina en gran medida la práctica profesional del comunicador. El mercado demanda una determinada especialización que nuestra formación académica no nos brinda entonces no contamos con las herramientas necesarias para enfrentarla.

Pero esta controversia entre la teoría y la práctica no es sólo personal ni del grupo de comunicadores que formamos en el Taller de Integración del Ciclo del Profesorado. Esta tensión es tópico de análisis a nivel nacional, latinoamericano. Teresa Quiroz, presidenta honoraria de FELAFACS en su artículo “Los Comunicadores Sociales: ¿Entre la crítica y el mercado?, realiza una evaluación de la enseñanza de las escuelas y facultades de comunicación de la región. Habla de la falta reconocimiento del Comunicador Social en los países de América Latina y en particular en Perú, pese a la trascendencia que fue adquiriendo el campo de la comunicación en lo político, lo económico, lo social y la industria cultural y se refiere a la tensión entre la teoría y la práctica. Pese a la trascendencia del campo… la comunicación social y el comunicador no tienen en nuestras sociedades un reconocimiento absoluto, dada la escasa tradición académica. En nuestro país predomina la figura profesional de aquél que opera ciñéndose a las posibilidades que el medio le ofrece, al de un intelectual de la cultura. Por este motivo conviven en esta carrera la afirmación teórica sustentada en grandes modelos y que le da fundamento a su existencia, y por otro lado, la necesidad de entrenar a los estudiantes en un oficio en un saber-hacer: producir, escribir, hacer publicidad, trabajar en video, etc. Grave problema pues -al parecer- existiría una oposición irreconciliable entre propuestas que enfatizan la formación teórica y la necesidad de absorber los retos profesionales que el mercado demanda. Y el problema se complica al concurrir a la formación del comunicador una serie de saberes y oficios provenientes de múltiples disciplinas. En tal virtud las tentaciones no dejan de hacerse presentes: desde el énfasis en lo práctico y lo eficaz hasta el refugio en la formación generalista y principista”[2].

A demás, Quiroz menciona algunas conclusiones sobre la investigación que realizó a cerca de las expectativas de los estudiantes y sobre el ejerció profesional de los egresados de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima. Respecto a los egresados afirma que la mayoría opina que la crisis ha reducido las posibilidades de trabajo. Estos ex alumnos también consideran que la facultad debería ofrecer una formación en la cual la teoría y la práctica vayan de la mano y que considere las demandas del mercado laboral, que en muchos casos son dejadas de lado. La mayoría de los entrevistados destaca que la formación general es necesaria porque proporciona un marco desde el cual examinar los problemas. Sin embargo, insisten en que el comunicador social se encuentra muchas veces desarmado por no «saber hacer cosas». Al momento de enfrentarse al diseño de un proyecto, a la planificación de una campaña, a la organización de un trabajo de producción, se encuentra limitado.

Teresa Quiroz concluye su artículo resaltando la necesidad de que la Universidad plantee puntos de encuentro entre la actitud crítica y los retos que demanda el mercado para formar un comunicado vinculado a su sociedad, un profesional que conozca la realidad de su país y sepa recrearla.“Regreso a la pregunta que dio inicio a este texto: ¿Es indispensable optar entre mantener una actitud crítica y las condiciones que el mercado impone? Estoy convencida de que no. Es imperativo plantear los puntos de encuentro entre uno y otro. La actitud crítica es propia del intelectual, sin ella es imposible sobrevivir y debe acompañar el trabajo creativo, productivo y eficaz del profesional en cualquier medio que se desempeña. Pero este profesional no puede solamente denunciar la realidad (para algunos eso fue la actitud crítica), debe trabajar en ella, definirla y recrearla. La comunicación alternativa se circunscribió a ámbitos que estrecharon la comunicación, y desarrolló la ilusión de que la democratización de la comunicación estaba solamente allí. Salgamos nuevamente a la vida social y formulemos las alternativas en el campo de la comunicación masiva y la industria cultural. Asumamos los retos que el mercado plantea y ofrezcamos la sensibilidad y el talento del profesional[3]

Traje a colación el punto de vista de esta investigadora porque describe en forma clara la relación entre la universidad y la sociedad y la situación laboral de los comunicadores sociales latinoamericanos, realidad que  identifica a nuestra facultad y a los profesionales que egresan de la misma y que se puede modificar. Como manifesté al principio nuestra formación crítica es sólida. Hemos desarrollado un juicio crítico. Considero que como egresados de la carrera de comunicación social somos capaces de interpretar la realidad en la que estamos insertos y transformarla. Respecto a las limitaciones, no debemos quedarnos en la queja. Tenemos que continuar aprendiendo, perfeccionarnos y actualizarnos tanto en la teoría como en la práctica. Y sobre todo debemos participar en los espacios de discusión que se generan en la facultad en relación al plan de estudio, las prácticas de enseñanza, las propuestas metodológicas y generar nuevos ámbitos de debate para que el cambio sea real. Por último, los comunicadores sociales somos concientes de la precariedad laboral, por lo que tenemos que aprovechar el abanico de oportunidades que brinda la Ley de Servicios Audiovisuales, crear espacios comunicacionales alternativos y gestionarlos. Ampliar nuestro campo trabajo, explorar e incidir en territorios como los nuevos movimientos sociales y la docencia.

 



[1]Cuadernillo de Ingreso a la carrera de Comunicación Social, Págs35, 36. FCPyS. UNCuyo. Mendoza. 1998

[2] Quiroz, T. “Los Comunicadores Sociales: ¿Entre la crítica y el mercado? en Revista Diálogos de la Comunicación. Nº 74. FELAFACS, Lima. 2007

[3] Quiroz, T. Ibídem.

1 comentario

Martín Elgueta -

Marcela me impactó de tu artículo el uso de documentos (cartilla de ingreso de 1998), el diálogo con los aportes de Quiroz (que tomo de referencia para profundizar sobre el tema y te lo agradezco) y la relación de todo ello con las discusiones sostenidas durante el taller (de modo detallado y con profundidad).

Gracias por tu artículo. Queda pendiente para finalizar la instancia de calificación el relato sobre el aporte de la formación del ciclo de profesorado.